La Carbonería, conocida también como la Casa Tarragó, es un modesto edificio de viviendas de la década de 1860, que ganó notoriedad a partir del 2008, cuando fue ocupado y, en su fachada, se realizaron dos grandes intervenciones de arte urbano. Su evacuación forzada en 2014 fue noticia y el edificio se transformó en icono gráfico y político de Barcelona. Sin embargo, el edificio guardaba una sorpresa mucho mayor.
En 2015, el Ayuntamiento lo había declarado patrimonio protegido al ser el edificio más antiguo en pie del Eixample, el innovador plan urbanístico concebido por Ildefons Cerdà para ampliar la Barcelona del siglo XIX más allá de sus obsoletas murallas medievales. Durante su definición hubo acaloradas discusiones entre Cerdà y el Ayuntamiento de Barcelona: el primero había proyectado un ensanche racional y socialmente progresista, aprobado por el Ministerio de Fomento, mientras que el segundo había intentado llevar a cabo una ampliación urbana de diseño más simbólico, con grandes avenidas y simetrías para la futura capital de Cataluña. El plan del Ayuntamiento de Barcelona fracasó, pero la polémica se trasladó a aquellas zonas donde hubiese sido posible ubicar avenidas al estilo Antiguo Régimen.
Este prolongado enfrentamiento acabó afectando a Narcís Tarragó, promotor original de La Carboneria, ya que la parcela de su futuro edificio se veía afectada por la propuesta de un gran bulevar, al estilo de los Campos Elíseos de París, coincidente con el antiguo Camino de Ronda, y que Cerdà rechazaba. El diseño original del edificio refleja su incertidumbre: el Sr. Tarragó decidió colocar fachadas en todas las orientaciones del edificio… ¡por si acaso! Por supuesto, la fachada del patio quedó completamente oculta al quedar descartado el gran bulevar en favor de la más modesta Ronda de Sant Antoni.
Para cumplir con las condiciones de protección patrimonial, la fachada del patio debía ser devuelta a su estado original; y sus grandes ventanales, recuperados. Estos huecos fueron pensados por el promotor en 1864 para enfrentar al Camino de Ronda y a un posible Boulevard mucho más amplio que la actual Ronda de Sant Antoni, deseado por el Ayuntamiento, pero rechazado por Cerdà. Ahora, sin embargo, mirarían inquisitivos a dos medianeras ciegas.
El proyecto de rehabilitación recupera estas historias y traslada el desaparecido núcleo de comunicaciones fuera del edificio, saltando por encima del antiguo Camino de Ronda mediante unas pasarelas que hacen visible esta fachada interior y la integran en la vida cotidiana del edificio. Las pasarelas, el núcleo y la nueva medianera metálica generan un espacio comunitario tridimensional, un movimiento de personas y efectos que, de alguna manera, simulan la experiencia y la visión cambiante del bulevar que nunca llegó a hacerse.